miércoles, 1 de diciembre de 2010

Antropologia de lo barrial.

El antropólogo Argentino, Ariel Gravano en su obra “Antropología de lo Barrial: Estudio sobre la producción simbólica de la vida urbana (2003)”, profundiza sobre la simbolización de la vida urbana situándose en el contexto particular del barrio.
Este último es concebido como un rompimiento de la homogeneidad cultural que irradia el proyecto que erige la “ciudad”. Pues supone unas características que le son propias al barrio, en una lucha con los procesos dominantes-estructurales que las sociedades instituyen, del cual el barrio es un receptáculo y espejo de estos procesos de las sociedades nacionales.
Una de las primeras afectaciones al barrio lo constituye el proceso de segregación, y luego la división social del trabajo de la ciudad. El barrio constituye aquí la residencia de la masas trabajadoras, oponiendo en cierta forma a la ciudad como espacio de edificios administrativos, o comerciales. Constituyéndose en un espacio que abarca tanto lo físico, como lo social pudiendo darse condiciones de representación por lo actores que en él, viven estas son vehiculada o entendidas como “problemas urbanos”
El barrio pues, representa para Gravano, un símbolo mediante la cual se representa la convivencia de la vida social, de los valores en el barrio. Como los valores tienen cierta viabilidad en el espacio- tiempo desde la comunidad vecinal, o la pre-urbana; se busca esa armonía “perdida”.
Más bien, el autor constata el ámbito de los valores subyacente a una forma social, en este caso el barrio –situado en un espacio y tiempo- , tiene una heterogeneidad interna entre sus habitantes lo cual permite la construcción de identidades. Esta última llevaba a considerarse como una producción ideológica, donde se muestran las contradicciones internas a través del tamizaje del discurso por unos dispositivos gramático-sintácticos.
Citando a Crenson en su concepto de identidades apuesta por ver la identidad como un proceso en constante construcción; visualizando la auto atribución, el reconocimiento, la construcción simbólica dentro de una imaginario, donde se entrecruzan miradas.
Entendido este último, no como la suma de representaciones sobre la ciudad, sino: como surgido de las interacciones, contradicciones y desfases entre le hacer y representar, entre el actuar y el decir.
Así, el barrio se potencia y consuma como constructor de identidades sociales, mediante representaciones simbólicas se marca el espacio, aunque no de manera univoca, citando a Lynch ejemplifica, como el espacio vivido renueva permanentemente las claves para su legibilidad.
Lo cual problematiza las identidades mismas pues, son vividas en alteridad con relaciones de poder, en la que adquiere importancia básica el espacio como la temporalidad.
Dando con ello resultado de lo que Gravano, llama lo barrial, como un estigma, o una tipicidad, entre los actores que viven el barrio, pudiendo llegar a negarse lo barrial del barrio.
Parte el autor de una metodología con enfoque deductivo, tomando la identidad como una relación social de alteridad bajo los axiomas: conjuntivo/disjuntivo, capaz de asumir diversos significados.
Gravano, señala que en la concepción de identidad barrial, se puede concebir esta como dinámica o estática: “Si dinámica, es fundamental verla como algo cambiante, pero puede entendérsela en términos mecanicistas o dialécticos” (Gravano 2003: 262), no obstante, concebirla en términos dialecticos es partir de una concepción que forma parte de una totalidad mayor, por ello considera que puede ser enfocado de una forma idealista o materialista.
Sin embargo, es esta última la que retoma para señalar que hay un componente por medio del cual se materializa la identidad barrial, como proceso y producto. Ello le sirve para justificar el tomar las identidades dentro de un mundo de representaciones simbólicas, así como ideológicas, para llegar a ella se parte de la representación que hacen los grupos sociales, considerando dentro de este mismo proceso la ruptura, naturalización de la conciencia.
Para ello parte de cuatro relaciones a establecer: unidad/diversidad; conjunción/disjunción; identificación/diferenciación; homogeneidad/heterogeneidad. Considera que los valores son en una estructuralmente hablando, relaciones de oposición y una toma de partido por determinados intereses.
Por otra parte, dentro de esta toma de partido que hace al barrio subyacen variables como la clase social, el estigma los malandros, o drogadictos. Un punto importante es el quiebre que hace la pirámide alta en la escala económica. Con una capacidad para diferenciar entre “las familias”, y los otros con atribuciones que hablan de una condición étnica; los bolitas, los coreanos.
Su propuesta de análisis sigue a Yuri Lotman, en cuanto concibe la semiosis de un fenómeno y luego su papel en distintos contextos y su papel histórico. Gravano, procede hablando de alteridad sígnica (los significados de otros), y alteridad histórica o (momentos e interese otros), así el barrio se concibe como un símbolo –lo barrial- como condensación de significados estructurante de un pasado que es presente.

Concibiendo un proceso de incidencia de la vida social urbana; critica la concepto de cultura de la Escuela culturalista, “modo de vida”, para señalar como un “horizonte simbólico subyacente a una gran diversidad de contextos, capaz de reproducir y transformar” (Gravano 2003: 269)

Lo que quiere el autor hacernos ver, es que el barrio es un ámbito de producción de los estratos bajos de las sociedades, en contante disputa con lo dominante, tanto en lo ámbitos del espacio, como el trabajo o el de ingresos. Una barrialidad poco notada en el imaginario formal de las sociedades.

Por. Luis Alberto Martinez marin

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